Al menos en el apartado entretención, el confinamiento ha semejado un viaje en el tiempo. Sin conciertos ni cines, sin grandes ferias de libros ni de música, el ocio cambió de un día para otro —exceptuando las novedades del streaming que parecen ser las únicas embajadoras del presente— llevándonos a escarbar en la memoria en busca de días mejores.

“En tiempos de crisis, se vuelve a las cosas que nos recuerdan tiempos más felices”, dijo recientemente el crítico de música Simon Reynolds, quien acuñó el término retromanía para señalar un comportamiento situado en el cambio de milenio, pero que, según los reportes de plataformas como HBO GO y Spotify, se ha exacerbado durante la crisis sanitaria: las personas se aferran a las grandes expresiones culturales del pasado.

“La mayor parte de la gente, sus recuerdos más vívidos, están entre los 15 y los 25 años. Después la vida se hace más plana. Y eso está asociado a nivel social, no individual. Tom Smith (2008) documentó que las personas nacidas antes de 1920 eran fanáticas, en general, de la música de las Big Bands y del swing (Glenn Miller); que quienes nacieron en la década de 1940 se derretían por el oldies rock (Elvis Presley) y que la generación setentera vacilaba pulento con el heavy metal (Deep Purple). Se busca un calorcito vital para pasar los tiempos malos”, opina el especialista en música popular Ricardo Martínez, autor del libro Clásicos AM y académico de la Universidad Diego Portales.